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El habitus y el espacio de los estilos de vida Culto al Cuerpo

  • El habitus y el espacio de los estilos de vida

    Culto al Cuerpo ...

        


    Estudiar las principales características de una sociedad particular, para Bourdieu requiere en primer lugar comprender las diferencias y los principios de diferenciación objetiva entre las personas, para entender no sólo las disparidades que separan y a la larga definen grupos sociales, sino además para entender las disposiciones que guían los comportamientos prácticos, las representaciones y las elecciones que realizan esas personas a partir, precisamente, de las posiciones objetivas de diferenciación que ocupan. Por eso para entender este trabajo realizaré previamente una explicación conceptos fundamentales que giran en torno al Habitus mencionado por Bourdieu, para luego poder acceder con mas facilidad al tema central de este trabajo que es “El Culto al Cuerpo” y a dos entrevistas realizadas a dos profesionales en el área de la estética capilar.

    Posición objetiva, disposición mental y corporal y toma de posición práctica[1] son, por tanto, tres niveles de estudio que interconectan el ámbito de las propiedades y posesiones materiales objetivas, con el de las estructuras cognoscitivas (tanto conscientes como prerreflexivas) que guían las acciones prácticas de las personas, y el nivel simbólico de las elecciones, de las distinciones con las que los sujetos explicitan e interpretan sus posiciones sociales y las de los demás.

    El estudio de las características pasa entonces por una conceptualización del mundo social como un espacio donde las distancias entre los agentes se definen por los volúmenes y las características de ciertas posesiones (llamadas capitales) presentes en tal espacio y que pueden ser acumuladas, producidas, consumidas, gestionadas. De esta manera, las posiciones ocupadas por unos son lo que son, por su relación con las otras posiciones dando lugar a un “estructura de diferencias” fundada en la propia objetividad del espacio.

    Tenemos entonces, una conceptualización de espacio social como una trama intensa y dinámica, de relaciones de fuerzas de un campo de batalla donde se delimitan posiciones sobre la base de diferencias en la “distribución de las formas de poder eficientes”[2] que están presentes en el espacio en un momento dado.

    El espacio social así constituido como red de posiciones y relaciones entre esas posiciones puede ser estudiado de dos maneras complementarias:

    ·         Por medio de las posiciones objetivas y las relaciones entre esas posiciones producidas en torno a la apropiación y monopolio de ciertos bienes fundamentales (estudio de los capitales y campos)[3].

    ·         Por medio de las representaciones y distinciones con que las personas organizan sus prácticas, optan por nuevas posesiones e interpretan las elecciones que otras personas realizan. Este es el espacio simbólico cuya condición de posibilidad, está dado por el espacio de posiciones objetivas, pero sobre el cual se actúa precisamente, a través de las prácticas que orienta.

    Los principios de diferenciación objetiva en el espacio social con los que Bourdieu propone estudiar las posiciones objetivas que ocupan las personas, son “distintas especies de capital”[4] o “poderes eficientes” que dan lugar al espacio social y que, al tiempo que permiten distanciar a las personas por la posesión de determinados bienes sociales, permite a la vez agrupar en torno a la similitud de esas posesiones-propiedades a las mismas personas en determinados “polos” o “clases de condiciones de existencia social”.

    El concepto de clase hace referencia a la identificación de condiciones de existencia material más o menos similares, si se prefiere, a la posesión de capacidades, de poderes y propiedades sociales similares en torno a las cuales es posible teóricamente reunir a grupos de personas, creando un efecto de condensación (o curvatura del espacio tiempo en el sentido einsteiniano) y diferenciación respecto a otras condiciones de existencia condensadas (otras clases) que se diferenciarán precisamente por su relación (oposición, competencia, convergencia, antagonismo, etc.) con las otras condiciones de existencia o clases.

    La construcción conceptual de clases en Bourdieu presenta una intelección de las estructuras sociales centrada tanto en las diferenciaciones producidas a nivel de la apropiación de determinados poderes, como en una interpretación relacional de estas actitudes, en la medida en que la estructura de posesión de esos bienes por uno de los polos, en su amplitud y su composición define la amplitud y composición de los poderes en los otros polos.

    Cada clase se configura en relación a las demás, en lucha frente a las demás y cada transformación de la condición de una clase es sólo un momento de la transformación en la condición de las otras clases, y por tanto, de sus luchas. Las luchas de clases son por ello, el momento fundante de la construcción de las clases, por lo que cualquier persona o grupo social al interior del espacio, de manera objetiva habrá de ubicarse por sus propias propiedades portadas en función de las propiedades eficientes del espacio en una posición de diferenciación con una fuerza y en unas luchas de posiciones, de enclasamientos, que están definidos de manera objetiva con independencia del criterio o deseo que al respecto pudiera tener el grupo o la persona. Se trata sin duda de un auténtico efecto de campo que se “impone a los agentes que se han adentrado en él”.

    El concepto de clases de Bourdieu no actúa como una típica clasificación de ubicaciones estancas y separadas unas de las otras a manera de gabinetes, donde los sujetos pueden ser encajonados. Tampoco se refiere a unos cuerpos compactos autónomamente definidos y que después de ello pudieran entrar en relaciones y conflictos.

    El espacio de relaciones de fuerzas exige delimitar las posiciones, las disposiciones y las prácticas sociales como condensaciones diferenciadas de unas mismas fuerzas constitutivas del espacio (de ahí lo relacional), pero que además, no tienen fronteras de cierre fijas pues se trata de condensaciones que generan flujos de influencia “gravitacionales”[5] que permiten distinguir múltiples líneas de fuerza o fracciones de clase al interior de una misma clase. También permite visualizar diversas posiciones intermedias que fluctúan alrededor de los polos fundamentales de clase, a semejanza de los niveles de energía que se forman en los campos magnéticos dando lugar a clases sociales intermedias, etc.

    En conjunto, tres son los niveles conceptuales con los cuales Bourdieu arma la categoría de clase social en las sociedades modernas y con los cuales logra articular la dimensión objetiva, incluido su devenir histórico, con la dimensión mental, simbólica, práctica, corporal, cultural. Estos tres niveles de la realidad son:

    ·         Principio de diferenciación objetiva o dimensión objetiva de la estructuración de las clases.

    ·         Habitus o capital incorporado.

    ·         Estructura simbólica: el espacio de los estilos de vida y el poder simbólico

    Se trata del momento fundante de la condición de clase que se organiza en torno a la distribución, conservación, ampliación, acumulación y transformación de tipos de propiedades sociales designadas como distintas especies de capital.

    Bourdieu habla del capital[6] como una "relación social" que asigna eficacia competitiva a determinados factores en el espacio social, son todos aquellos bienes sociales, materiales e inmateriales, que siendo escasos y susceptibles de acumulación dan lugar a una economía particular de producción, circulación y consumo, de conservación, conquista, de valoración y desvalorización, etc.

    En términos globales, junto al capital económico, Bourdieu propone la existencia del capital cultural, el capital social, y el capital simbólico, como otros tantos principios de diferenciación social objetivos en torno a los cuales se configura la lógica de Mercado, esto es, un campo, y que en conjunto dan lugar a lo que él denomina los principios fundamentales de la condición de clase.

    El capital Cultural, es el conjunto de “factores eficientes”, de bienes, de propiedades que permiten a sus poseedores ejercer un poder en alguna área especifica de las prácticas culturales. Estas pueden ser en el conocimiento, en la educación, en el lenguaje, el idioma, la ciencia, la estética, los gustos y, en general, en los modos de apropiación de los objetos culturales legítimos con que cuenta una sociedad y que pueden considerarse como distintas variantes del capital cultural que dan lugar a específicos campos de competencia cultural como el campo artístico, el campo científico, el campo cultural, el campo lingüístico, etc.

    Este capital puede presentarse de tres maneras:

    ·         En estado incorporado, esto es como cualidad aprendida depositada en el cuerpo, adherida a la corporeidad de las personas y cuya existencia objetiva no puede separarse de la subjetividad poseedora del bien como el capital lingüístico, los saberes heredados por los aprendizajes tempranos de la familia, los arquetipos estéticos primordiales con los que las personas valoran el mundo, etc.

    ·         En estado objetivado, como los libros, cuadros, máquinas, y otros medios culturales objetivos en los que ha quedado cristalizado un trabajo cultural previo y que poseen un poder negociable en el mercado cultural.

    ·         En estado institucionalizado , como los títulos escolares, universitarios (grados escolares, títulos universitarios), de pos-grado (diplomados, maestrías, doctorados), y en general los certificados académicos emitidos por instituciones de “consagración y legítimación del bien cultural”, a través de los cuales se tabulan en términos de una convención social aceptada, los grados del “saber” de las personas.

    El capital Social es la “suma de recursos, actuales o potenciales, correspondientes a un individuo o grupo en virtud de que estos poseen una red duradera de relaciones, de conocimientos y reconocimientos mutuos, más o menos institucionalizados”. Se trata de las redes sociales de conocimiento pero, ante todo, de reconocimiento que permiten a las personas movilizar en su favor y en determinados momentos una serie de apoyos, de garantías, de influencias, que le proporcionan algún tipo de bien material o simbólico.

    Las relaciones de parentesco, la pertenencia partidaria, las amistadas cultivadas, la vecindad, etc., son aspectos de estas redes de relaciones resultantes de “estrategias de inversión social” como los dones, la participación en reuniones, las visitas en ocasiones regulares, que ponen en movimiento un tipo de intercambio simbólico de palabras, regalos, mujeres, sentimientos, desplazamientos y escenificaciones corporales, capaces de crear un efecto de reconocimiento mutuo, que luego puede traducirse en una multiplicación del capital económico o cultural poseído.

    El capital Simbólico articula la conformación del campo simbólico como un nivel expresivo y actuante de toda la trama de las clases sociales. “El capital simbólico es una propiedad cualquiera, fuerza física, belleza, riqueza, valor guerrero que percibido por los agentes sociales dotados de las categorías de percepción que les permite percibir y reconocerla deviene simbólicamente".

    En términos iniciales es el honor, el prestigio que ya fueron señalados por Weber. El aporte de Bourdieu es el de articularlo en una estructura patrimonial de bienes eficientes diferencialmente distribuidos entre todos los miembros de la sociedad; y además, el precisar su capacidad de construcción de realidades simbólicas de consecuencias prácticas.

    “Es cualquier tipo de capital cuando es conocido y reconocido” ante la sola presencia corporal de su propietario, del representante o del sello de la institución que posee algún tipo de capital; es un “crédito, una especie de anticipo que la creencia del grupo sólo puede conceder a quienes más garantías materiales y simbólicas le ofrece”

    El conjunto de estos cuatro grandes bloques de capital, que en su interior presentan sub-especies de capital (capital lingüístico, capital político, etc.), a su vez, presentan unas características de forma y contenido.

    En primer lugar son poderes bidimensionales; tienen cualidad (estructura) que permite hablar de distintos tipos poder social que dan lugar a un campo específico y a diferencias en el campo que vendrían a ser algo así como fluctuaciones de la energía que crean pliegues interdependientes en la topografía del campo.

    Tienen, además, volumen que permite medir la distribución específica de la energía al interior del campo. El capital total poseído por las personas y grupos es la combinación compleja de volumen y estructura de todos los capitales, que señala la composición cuantitativa del capital total y los tipos de capital de los que esta compuesto.

    En segundo lugar, existe una relación de convertibilidad de los capitales que asume varias direcciones. Vertical, entendida como una variación en los volúmenes de cada capital especifico y que es la resultante de las estrategias de valorización o desvalorización incesante con la que las distintas posiciones se confrontan en el espacio social.

    Bourdieu propone la existencia de un principio de reconocimiento del capital que se halla presente en la propia realidad objetiva del capital, en tanto aceptación tácita entre las personas que están en el campo, de que esta en juego un bien acaparable y escaso en torno al cual las personas se posicionan en el campo. Es un interés, una illusio, una finalidad buscada a través de acciones “subjetivamente interesadas o desinteresadas” que proporcionan una funcionalidad de direccionalidad en el campo y adhiere a los sujetos a las reglas del campo.

    Hay tantas illusios o comprensiones del sentido del “juego social” como campos existen, a la vez que internamente este interés específico varia en cada campo según la posición que se ocupe en él.

    Hay por tanto según Bourdieu una razón, un sentido, un “interés” en todas las acciones humanas incluidas aquellas en que se presenta el “interés por el desinterés”.

     Una forma particular del “interés”, es el beneficio estrictamente económico; pero otros campos generan otro tipo de interés en el que más bien la búsqueda de beneficios económicos está desaconsejado y la “acumulación”, la ganancia se la obtiene por la capacidad de “dar”, de ser generosos, desinteresados sin necesidad de que ello haya sido calculado o conscientemente producido.

    El interés por el desinterés por lo general puede ser vivido como un hecho de gratuidad satisfactoria, de generosidad espontánea, prerreflexivo; eso no quita sin embargo la concordancia de una serie de actos sociales en un campo social donde la gratuidad es recompensada simbólicamente, dando lugar a la distribución de clases de honor, respetabilidad, prestigio, autoridad y otras formas de poder simbólico.

     


                Para Bourdieu, “la mayor parte de las acciones de los sujetos son económicas objetivamente, sin ser económicas subjetivamente, sin ser el resultado de un cálculo económico racional”. Se trata ciertamente de una reinterpretación de la dialéctica histórica de los fines y de la ampliación de una interpretación materialista de las prácticas sociales en torno al concepto de “economía de los bienes simbólicos” en la que la ganancia económica queda en suspenso o reprimida pero en tanto otros beneficios simbólicos emergen como recompensa de la actitud antieconómica (generosa), y más aún si ella es desplegada al margen de cualquier cálculo consciente o deliberado. La economía de los intercambios domésticos, el campo artístico, literario, científico, son lugares que pueden ser estudiados a partir de las reglas de una economía de bienes simbólicos.

    Junto a las propiedades principales de condiciones de existencia que pueden clasificarse por el nombre de una “profesión” (asalariados agrícolas, agricultores autónomos, peones, obreros especializados, obreros cualificados, empleados de oficina, empleados de comercio, artesanos, pequeños comerciantes, técnicos, servicios médico-sociales, maestros, industriales, grandes comerciantes, banqueros, peluqueros...), existen otro tipo de propiedades como la ubicación en el espacio geográfico respecto a los valores económicos y culturales legítimos, y que habilita tanto la cercanía o la lejanía de las personas a un acceso real a los capitales por su competencia y posesión, como el hecho de que la apropiación geográfica tiende a aproximar a personas que portan parecidas propiedades y distancias sociales con los centros de ubicación de los poderes, ampliando las probabilidades de encuentros “fortuitos”, de avenencias entre personas de una misma posición social. Otro de estos capitales secundarios es el sexo: “una clase se define en lo que tiene de más esencial por el lugar y el valor que otorga a los dos sexos y a sus disposiciones socialmente constituidas”, por lo que las maneras que existen de vivir la feminidad y la masculinidad son tantas como clases sociales existan.

    La edad, pero en particular, la etnicidad, son otros criterios de selección y de exclusión social que Bourdieu propone integrar al espacio multidimensional de poderes y posiciones que conforman la clase social. Aunque no existe un trabajo específico de Bourdieu en el que se abarque de lleno el papel de las diferenciaciones étnicas en la sociedad actual, en antiguas como nuevas investigaciones ha tratado esta temática.

    El habitus es una manera de entender el mundo y, además de armar dispositivos de acción sobre el mundo que está siendo entendido. De hecho, la posibilidad de unas luchas simbólicas capaces de erosionar las pautas dominantes del habitus dominado que lo proyectan como habitus dominado en el porvenir, pasan por una lucha al interior de la propia estructura del habitus de los dominados y no por su sustitución por la “ciencia” de los científicos.

    En este punto, el habitus se acerca más a uno de los aspectos de la definición de Marx de ideología como el lugar donde las personas también toman conciencia de los conflictos sociales y los dirimen.

    Pero además no es un conocimiento cualquiera: en primer lugar, es un conocimiento que permite anticipar el curso del mundo porque no necesita pensar el mundo, no tiene una distancia objetivadora respecto a él porque “se encuentra inmerso en él, forma un cuerpo con él”. Es pues un conocimiento por inmediatez, sin necesidad de pensamiento reflexivo ni voluntad que empuja al individuo a hacer lo que se tiene que hacer sin deliberación ni cálculo, en una suerte de “colusión implícita” entre el cuerpo social y el cuerpo socializado.

    En segundo lugar, es un conocimiento in-corporado, hecho cuerpo, adherido a los esquemas mentales más profundos, a los dispositivos de la pre-reflexión, del “inconciente social” con los que las personas guían la mayor parte de sus prácticas sin necesidad de racionalizarlas, pero adecuadas a un fin racional. Es también un conocimiento hecho cuerpo, una creencia somatizada, adherida a las elecciones más viscerales por las que se pone en juego el cuerpo y que se explicita por el uso del cuerpo.

    El habitus no es sólo un hecho de ideas susceptible de ser modificado por la prédica de otras ideas; es un hecho de esquemas productores de ideas que se traducen en prácticas que habilitan un repertorio acumulativo de prácticas susceptibles de ser repetidas sin necesidad de conciencia sobre ellas, por la propia inercia de las disposiciones del cuerpo, de las creencias corporales más profundas, y también claro, de la conciencia y más allá de la conciencia, por las estructuras cognitivas del cuerpo, objetivadas en la propia construcción social del cuerpo individual .

    El habitus como “hexis”[7]corporal. “Los esquemas del habitus, formas de clasificación originarias, deben su eficacia propia al hecho de que funcionan más allá de la conciencia y del discurso, luego fuera de la influencia del examen y del control voluntario: orientando prácticamente las prácticas, esconden lo que se denominaría injustamente, unos valores en los gestos más automáticos o en las técnicas del cuerpo más insignificantes en apariencia, como los movimientos de las manos o las maneras de andar, de sentarse o tomar, las maneras de poner la boca al comer o al hablar; y ofrecen los principios más elementales de la construcción o la evaluación del mundo social”.

    Ya sea la sobriedad, la discreción y severidad en su manera de vestir, hablar y llevar el porte del pequeño burgués, el “estilo deportivo”, delgado, la frente despejada, la sonrisa y andar apurado de los juniors de la clase dominante, la esculpida delgadez resaltada por la ropa ceñida, el hablar con la lengua retraída y la boca semicerrada de las señoritas de “alta sociedad” o el cuerpo delgado pero tenso marcado por el trabajo físico desde temprana edad de los jóvenes obreros, la soltura controlada y la abundancia de la carne exhibida por el comerciante exitoso, marcan todos por igual la manera en que las clases sociales experimentan y expresan su opinión con el mundo social, la opinión que tienen de si mismos en el. En el porte, los gestos, la manera de presentar y trabajar el cuerpo, definen una “fisonomía social del cuerpo”, en los que están depositadas las disposiciones más básicas y vitales del habitus pues en esa hexis corporal las personas expresan el aprendizaje de su lugar en el mundo y su manera objetiva de ser en el mundo. En la cara, los brazos y las piernas están depositados los imperativos y valores sociales aprendidos en el pasado y que ahora están hechos cuerpo ; por lo que con la hexis corporal, el habitus se expresa como el más amplio “conocimiento por cuerpos”.

    ·         En este caso, elegí la publicidad gráfica del desodorante Impulse Body Spray para explicar como el cuerpo es portador de signos y a su vez productor de signos. El habitus, junto a estas características presenta otras como la de la finalidad de la acción práctica, el principio de incertidumbre e invención, el habitus como formador de espíritu de cuerpo, como porvenir factible, etc., que también son importantes para entender los procesos de elaboración de las prácticas sociales.

    Lo que quiero resaltar es como estas predisposiciones incorporadas, hechas cuerpo, pueden ser vistas como propiedades del cuerpo lanzadas como fuerzas de estructuración de la sociedad a través de la práctica y, por tanto como una forma específica de capital, como capital incorporado y acumulado en el cuerpo, que otorga a cada individuo, bajo la forma de esquemas cognoscitivos del cuerpo, unas capacidades específicas y diferenciadas, de clase, para involucrarse en el mundo.

    Quiero dejar en claro que simplemente tomo la publicidad para ver gráficamente el habitus representado por una fragancia, como lo menciono antes también como hexis corporal.

    El estudio del habitus tiene por tanto una doble importancia para el estudio de las clases. En primer lugar, permite entender la distribución del poder de generación de representaciones, de disposiciones, de apreciaciones y valoraciones con el que las personas emprenden acciones prácticas para conservar o modificar el orden social objetivo del mundo que los ha producido a ellos.

    En tanto poder estructurante, el estudio del habitus es el estudio de uno de los poderes sociales más prácticos y de mayor influencia sobre la realidad y la conformación de las clases sociales contemporáneas, pero a la vez, uno de los poderes sociales más “inmateriales” porque está corporalizado en el sujeto, al modo de la fuerza de trabajo estudiada por Marx que no es el sujeto obrero pero que está en el de manera inseparable físicamente.

    En segundo lugar, porque el habitus es un poder que es estructurado por las propias luchas de clases desencadenadas en todos los demás terrenos de las condiciones de existencia de clase y, en ese sentido, es una medida de la realidad de las relaciones de clase, de sus posibles cursos, de sus potencialidades, de sus limites, etc.

    El habitus al tiempo de ser un conjunto de esquemas cognoscitivos productores de prácticas, es simultáneamente una serie de esquemas cognitivos de percepción y apreciación de esas prácticas. Las cosas sociales, las personas, las clases de personas, sus acciones, sus productos no sólo tienen una existencia objetiva marcada por sus propiedades materiales objetivas, sino que además poseen una segunda existencia simultánea al momento en que esas propiedades son percibidas y apreciadas en sus relaciones mutuas por las propias personas que las poseen en relación a las propiedades poseídas por otras personas y clases, y que a la vez son percibidas por esas otras personas desde el punto de vista de las propiedades que ellas tienen o pueden llegar a tener. Esta manera de existencia del mundo social donde las cosas tienen un significado que es percibido por los agentes portadores de criterios de percepción pertinentes, es el espacio simbólico.

    Las propiedades de las personas, de sus acciones, mediante las cuales afirman y despliegan su posición de clase en el espacio de las condiciones de existencia, son entonces, también, signos, discursos, lenguajes que expresan en el terreno de lo simbólico las posiciones, las diferencias de clase y las luchas simbólicas que en este espacio simbólico se despliegan por el control y el monopolio del poder simbólico que está en juego.

    Con este concepto de espacio simbólico, Bourdieu retoma una antigua preocupación de Weber sobre los reconocimientos, el honor y el prestigio que dan lugar a los grupos de status, sólo que ahora no como una clasficación paralela a la de la clase social, sino como parte de ella, como uno de sus componentes estructurales sostenido sobre la presencia de una estructura simbólica en las que las distintas posiciones de clase y luchas han de desdoblarse.

    El habitus aparece como un «sistema socialmente constituido de disposiciones estructuradas y estructurantes que es adquirido en la práctica y constantemente orientado hacia las funciones prácticas»[8] . El habitus es, por lo tanto, el conjunto de los esquemas de percepción, de apreciación y de acción inculcados por el medio social en un momento y en un lugar determinado; es decir, es un conjunto de disposiciones socialmente adquiridas mediante el aprendizaje. En las siguientes fotos podemos observar lo anteriormente citado y además podemos hacer referencia a los cambios en la vestimenta según la época y las prácticas.

    ·         Las fotografías muestran entre otras cosas como se visten los jóvenes de la ciudad de Dolores para ir a bailar, los jóvenes en las dos fotografías tienen edades que oscilan entre los 15 y 25 años. En la fotografía de la izquierda es de 1991, un gran grupo tanto de chicas como de chicos con características similares tanto en la vestimenta como en la imagen. La fotografía de la derecha es de este año (2001), las jóvenes tienen entre 17 y 20 años. Se notan diferencias en la presentación ante el público entre las fotografías, hay cambios y permanencias. Las texturas de las prendas son diferentes, el vinílico, los colores brillantes, las transparencias, y la texturas de las telas al tacto han cambiado. En la fotografía del 2001 el cuerpo luce mas esbelto y delgado, los modelos al vestir son más estilizados y pegados al cuerpo, los cabellos son mayoritariamente lacios, previa visita a la peluquería. En la foto de 1991 las chicas se hacen bucles y rulos en su cabello sin duda es “el boom de la permanente”, que menciona una peluquera entrevistada mas adelante.

    Sea en el vestir, en el comer, en la manera de preparar los alimentos, en la elección de las lecturas o los programas televisivos, en la práctica de los deportes o en la manera de practicarlos, en los gustos musicales, en lo que se fotografía, en la elección de la mujer o el hombre para enamorar, las personas al tiempo de elegir según sus posibilidades y disposiciones incorporadas, afirman simbólicamente su distinción frente a los demás de manera simultánea a cómo los demás se distinguen (o se acercan) a ellas a través de sus propias elecciones y gustos. “Expresiones del habitus percibidas según las categorías del habitus, las propiedades simbolizan la capacidad diferencial de apropiación” mediante las cuales los agentes representan su propia posición y la de los demás en el espacio social .

    Esto es muy importante tomar en cuenta por cuanto hay una propensión de cierta etnohistoria a asignar como peculiaridad andina la formación de identidades sociales emblemáticas expresadas a través, por ejemplo de la ropa o el idioma. En realidad, toda identidad social es emblemática; todo grupo o clase de condiciones de existencia afirma sus condiciones de vida diferentes a las otras clases de condiciones de existencia mediante sus gustos, sus elecciones estéticas, que vinculan sus posibilidades objetivas con sus necesidades y deseos habilitados por su posición en el espacio social. En los Andes como en Francia, en Australia como aquí en Uruguay, el espacio de los estilos de vida manifiestos en los alimentos, la vestimenta, las celebraciones de casamiento, los ritos mortuorios, las formas del cuerpo, etc., son momentos de distinción, de diferenciación social mediante los cuales, cada segmento afirma su ser difiriendo de las otras formas de ser y las otras maneras de ser validan su diferenciación exhibiendo simultáneamente su distinta manera de gustar y elegir.

    ·         Esta foto fue tomada en una playa de Brasil cuando fui con un grupo de amigos, solamente por la ropa  de baño se puede distinguir la nacionalidad.

    En las preferencias definidas por el gusto, las personas se acercan y optan por una clase de objetos y de prácticas que han sido habilitadas por el rango de sus posibilidades objetivas y las experiencias previas de haber satisfecho esos deseos que han reafirmado el gusto por sus gustos; en esa medida, los objetos elegidos, las formas de consumo optadas son elecciones que han manifestado el abanico de probables despertado por su situación objetiva en volumen, posición y trayectoria de los capitales poseídos y por eso aparecen como prácticas enclasadas.

    Así, es posible hallar tantas clases probables de maneras más o menos comunes de ordenar el mobiliario, de servir la comida en público y de prepararla, de emplear los utensilios, de elegir vestuarios, del uso de la ropa en publico y en casa, de la manera de adornar o usar las paredes, de practicar o elegir el deporte de su agrado, de hablar, de presentar el cuerpo, de elegir los programas de radio o televisión, etc., como clases y fracciones clase objetiva existen en una sociedad.

    Pero a la vez, este gusto que dirige las elecciones en los estilos de vida y que expresa hasta que punto la clase se ha hecho cuerpo y cosa, permite percibir los cuerpos y cosas de otras clases de estilos de vida que no son los propios. Se trata ciertamente de una lectura de la posición social y las cualidades objetivas a través de las cosas en que se expresa esa posición social.

    La objetivación en las cosas de las relaciones sociales[9] entre las personas como si se tratara de relaciones sociales entre las cosas estudiada como fetichismo social por Marx y hasta cierto punto por Baudrillard, toma aquí una presencia plena en la medida en que las personas y las clases de personas se diferencian y buscan diferenciarse de otras clases, especialmente si la estructura patrimonial de su capital es menor, a través de las cosas, al tiempo que las otras clases la distinguen en su posición social a través de las mismas cosas optadas.

    Se trata de un complejo sistema de diferencias elegidas y percibidas por todas las clases que convierten a los estilos de vida en expresión simbólica de las diferentes capacidades de apropiación, esto es, de la posición de clase, que vuelven a enclasar a las clases de gustos en un sistema de clases, de posicionamientos en torno al poder de distinción, al poder de ordenar las clasificaciones simbólicas, es decir, en torno al capital simbólico capaz de legitimar y armar las gradaciones de prestigio, de valor simbólico de las expresiones simbólicas de las posiciones de clase.

    Si el espacio de las estructuras simbólicas es el de las creencias más profundas, de los esquemas de ordenación y percepción incorporados con los cuales las personas viven su ubicación en el mundo social, están en el mundo, trabajan el mundo más allá del cálculo y la previsión consciente; el poder simbólico es la capacidad, la fuerza de ordenar esas creencias hechas cuerpo, es el poder de enunciar el reconocimiento, la distinción valorada, la distribución de los prestigios, de las virtudes mencionables, de la autoridad reconocida.

    El poder simbólico es el poder de imponer los principios de visión y división legítimos, las categorías de percepción y apreciación, los sistemas de clasificación, las escalas de valores reconocidas como valederas, deseables, por las cuales se está dispuesto a esforzarse, y con los que las personas, las clases sociales, producen y enuncian la realidad social que producen.

    El poder simbólico es la capacidad de producir un sentido común legítimo, de convertir lo particular en universal, de consagrar con palabras, cosas o gestos (véase las ceremonias de trasmisión de mando presidencial, o de mando sindical en una comunidad) las posiciones sociales que en potencia ya existían pero que no tienen hasta entonces una fuerza de existencia completa mientras no sea reconocida y por tanto acatada, percibida como legítima.

    ·        EL CULTO AL CUERPO

    Entendida como consumo cultural, la práctica del 'culto al cuerpo' se coloca hoy como preocupación general, que atraviesa todos los sectores, clases sociales y períodos etarios, apoyada en un discurso que ahora hecha mano de la cuestión estética, ahora muestra preocupación por la salud. Con todo, en cuanto preocupación general el culto al cuerpo está presente en todos los segmentos sociales, la forma como este se establece en el interior de cada grupo es diversificada. La elección de la modalidad deportiva, de gimnástica, de danza y del gimnasio en que se practicará, esta asociada, probablemente, a las demás esferas de la vida y a las demás elecciones realizadas en el mercado de bienes.

    Según Bourdieu, el lenguaje corporal es señal de distinción social, ocupando una posición fundamental en su argumentación y construcción teórica, que coloca al consumo de alimento, cultural y a la forma de presentación (incluyendo el consumo del vestuario, artículos de belleza, higiene y de cuidados y manipulación del cuerpo en general) como las tres más importantes maneras de distinguirse, pues son reveladoras de las estructuras más profundas determinadas y determinantes del hábitus.

    "El cuerpo es la más irrebatible objetivación del gusto de clase, que se manifiesta de diversas maneras. En primer lugar, en lo que en apariencia parece más natural, esto es, en las dimensiones (volumen, estatura, peso) y en las formas (redondas o cuadradas, rígidas y flexibles, rectas o curvas, etc...) de su conformación visible, pero que se expresa de mil maneras toda una relación con el cuerpo, esto es, toda una manera de tratar al cuerpo, de cuidarlo, de nutrirlo, de mantenerlo, que es reveladora de las disposiciones más profundas del hábitus".[10]

    Es posible que entendamos la preocupación por el culto al cuerpo como un rasgo característico de las sociedades contemporáneas, así como también como un aspecto íntimamente ligado a la constitución de lo 'moderno'. La preocupación por la corporeidad muchas veces aparece bajo la forma de 'diversión' o 'entretenimiento', hay una serie de hábitos físicos, sensoriales y mentales que, aunque existían desde el comienzo de siglo son incorporados sistemáticamente en los cotidiano de sus habitantes en la segunda década del siglo XX.

    El antiguo hábito de descansar los fines de semana se volvió un despropósito ridículo. Todos afuera: es allí que está la acción, así lo muestra García Canclini en “Consumidores y ciudadanos”. La simple observación del conjunto de esas prácticas caracterizadas como 'diversión' remite al ambiente urbano y a la idea de la modernidad.

    Por ejemplo, en el departamento de Maldonado, en sus diferentes ciudades, así en el día o en la noche se percibe: deportes, danzas, ebriedad, drogas, estimulantes, competencias, cine, shopping, fiestas, lanzamientos de productos, desfiles de moda, salones de té, confiterías, cervecerías, playas, paseos, excursiones, viajes, entrenamientos, acondicionamientos, carreras de fondo, de caballos, de bicicletas, de motocicletas, de coches, de avión, tiro, marchas, campamentos, maniobras, parques de diversiones, el parque Medina, boliches, patinaje, paseos y carreras en bote, natación, saltos ornamentales, masajes, saunas, la maratón de San Fernando, recitales en la plaza del Vigía, eventos en general en las principales ciudades, toda la semana.

    En Punta del Este en verano todo los eventos giran en torno a la estética, a la diversión, al show_off, a la prensa, todo se mediatiza, existe un relajamiento de la moral, y son aceptadas las reglas de la moda tanto en el día como en la noche, los cuerpos se pasean muy sueltos de ropa, fragancias muy sugestivas acompañan el glamour del balneario. La práctica del culto al cuerpo está asociada a la idea de la modernidad: Por detrás de todo eso, la filosofía es: ser joven, deportista, vestirse y saber danzar los ritmos de moda y ser moderno, y además apreciar la estética en general.

    Si nos remitimos al pasado, la década del '20 fue decisiva en la configuración de un nuevo ideal físico, habiendo la imagen cinematográfica interferido significativamente en esta construcción. Hacia el final de la década, las mujeres, bajo el impacto combinado de las industrias de los cosméticos, de la moda, de la publicidad y de Hollywood, incorporaron el uso del maquillaje, principalmente el lápiz labial, en sus vidas cotidianas y se pasa a valorizar el cuerpo esbelto, firme. Como señala Featherstone (1993), la combinación de esas cuatro industrias fue fundamental para la victoria del cuerpo delgado sobre el obeso, en el transcurrir del siglo XX.

    Es posible identificar, también en este siglo, tres fuentes fundamentales para el estudio del cuerpo: en los años cincuenta, en los sesenta y en los ochenta. Los primeros, debido a dos elementos: la expansión del tiempo libre y la explosión publicitaria en la postguerra. Ser "deportista" pasa a ser, cada vez más, un imperativo de las sociedades contemporáneas. Y esta tendencia de comportamiento está, ciertamente, relacionada a la expansión del tiempo de ocio: vacaciones pagas, un tercio de días de asueto, la explosión de los campings volviéndose las playas más accesibles, son elementos que contribuyeron, a partir de la segunda mitad de los años cincuenta, la "revolución del veraneo", que impondrá un nuevo concepto de vacaciones veraniegas, en el que la exposición del cuerpo ocupa un lugar central.

    La explosión publicitaria de la postguerra, por su parte, fue, sin duda, gran responsable por la difusión de hábitos relativos a los cuidados del cuerpo y a las prácticas de higiene, belleza y deportivas, recomendadas por médicos y moralistas burgueses desde principios de siglo. El desarrollo del cine y de la televisión, con su red de "olimpianos"[11] , contribuyó, en gran medida para que los profesionales de los cuidados del cuerpo vendieran sus imágenes y sus productos. Pero es importante resaltar el cambio de comportamiento que se imponía en aquel momento. Al colocar  imágenes de estrellas de cine con blanca sonrisa y cabellos brillantes anunciando crema dental y shampoo , mostrando su cuerpo y un nuevo concepto de higiene.

    Los años sesenta fueron el escenario para la difusión de la píldora anticonceptiva, de la llamada "revolución sexual" y del movimiento feminista, elementos que, asociados a la contracultura y al "hippismo" coadyuvaron a situar a la corporeidad como una dimensión importante en el contexto contestatario que caracteriza a la época. El cuerpo es colocado en escena por la contracultura como lugar de transgresión, de delirio y de "trance", a través de experiencias con drogas y sexo.

    Los años ochenta pueden ser entendidos como un momento importante para la temática, en la medida en que en esa década la corporeidad se hizo notar como nunca antes, en términos de visibilidad y espacio en el interior de la vida social, pues si en el período anterior los cuidados del cuerpo se reconocían durante su exposición en los veranos, a partir de la década de los ochenta las prácticas física pasan a ser más regulares y cotidianas, manifestándose en la expansión de gimnasios por todos los centros urbanos. Paralelamente a este proceso vemos el nacimiento de la llamada "Generación Salud", a partir de los años ochenta, representativa de cierta postura frente a la vida que, en cierta medida en oposición al modelo de comportamiento representativo de la generación de sus padres, levantan la bandera anti-drogas, con especial énfasis en el tabaquismo y el alcoholismo, junto a la defensa del medio ambiente, del naturalismo y del llamado "sexo seguro"[12] que en algunos casos significa la revalorización de la virginidad femenina, aunque no del casamiento, sino más bien de la certeza de que la primer relación sexual puede significar un compromiso afectivo prolongado con la pareja.    

    ¿Qué llevó a las sociedades contemporáneas a intensificar la preocupación y exaltación del cuerpo y colocarlo como uno de los elementos centrales en la vida de las personas?.

    En primer lugar, esa intensificación está ligada a la propia historia de la moda, que puede ser entendida como las imágenes sociales del cuerpo, el espejo de una determinada época y en ese sentido es interesante recordar que en el siglo XIX el camisón de dormir sólo podía ser usado en la intimidad y cualquier referencia a él en público, era motivo de vergüenza.

    De la misma manera, los cabellos sueltos, sólo eran permitidos en el espacio privado, siendo el peinado una exigencia para salir a la calle. Mostrar el cuerpo tampoco era algo muy común, las personas decentes vestían con guantes y sombrero, apenas mostrando el rostro, con excepción de los trajes de noche femeninos, que mostraban grandes escotes. Gradualmente, la plasticidad en el vestuario fue ganando espacio frente a la rigidez.

    Los hombres pasaron a usar cuellos más flexibles y sombreros de fieltro blando en lugar de los cuellos duros y sombreros rígidos. En cuanto a las mujeres fueron abandonando los corsés y las cintas, que cedieron su lugar a bombachas y corpiños. Las faldas se fueron acortando, las medias valorizaron las piernas y los tejidos pesados fueron reemplazados por otros más ligeros que permitían que se marcaran las curvas del cuerpo .

    ·         En una de las fotos vemos como se diferencian los trajes de baño en el final del siglo XIX y el siglo XX. En otra, vemos un grupo de jóvenes en 1948 disfrutando en las costas del río Uruguay.

    En términos de vestuario, el siglo XX estuvo marcado por un desnudamiento y flexibilidad cada vez mayores, la apariencia física pasa a depender cada vez más del cuerpo y cuidarlo se torna una necesidad, pues cuidar el cuerpo es prepararlo para ser mostrado. Sin embargo, cada paso que se dio en el sentido de descubrir el cuerpo no estuvo libre de prejuicios, conflictos y escándalos: la bermuda de los boy scouts en los años '20 fue bastante censurada, porque mostrar la piernas públicamente era tabú; la bikini en los años cincuenta generó muchos conflictos entre padres e hijas; la osada minifalda de los años sesenta escandalizó antes de volverse una moda y el topless de los años setenta todavía es tabú, un ejemplo claro es lo que se vio este verano 2001 en Punta del Este donde muy pocas mujeres se animaron a la propuesta. Me atrevo a decir que las mujeres extranjeras fueron las que más se mostraron dado a que en otros países el topless es comun y no cosa de jovencitas. Hoy, en las ciudades, los hombres adoptan la bermuda como traje de paseo, y es común verlos con la camisa abierta o el torso desnudo. Se trata de la exposición pública del cuerpo, que gana cada vez más terreno.

    La cuestión nutricional -o dietética- está, sin duda, ligada al tema en cuestión. Cada vez más la cultura alimentaria de las sociedades occidentales está eliminando los panes y las papas y privilegiando carnes blancas asadas, lácteos, legumbres y frutas frescas, en sintonía con la idea de que el cuerpo perfecto exige un tipo de alimentación ideal, que muchas veces excluye delicias exigiendo una dosis de sufrimiento. En la tapa de este trabajo vemos la portada de la revista Gente, donde una joven actriz cuenta ese “sufrimiento&rdquo. No se puede dejar de exponer la fuerte penetración de la "onda diet" en los últimos años.

    Junto a la industria "Diet", se ubica la de los Cosméticos[13] -que también viene creciendo en forma alarmante, indicando la "materialidad" del proceso en cuestión: el aumento de la preocupación por el cuerpo. No podemos dejar de reconocer y mencionar el papel de los medios como parte fundamental en el proceso señalado. En lo que se refiere a los medios impresos, vale destacar que la temática del cuerpo gana cada vez más espacio desde los años ochenta, las revistas dedicadas a la moda y la imagen, abrieron el camino para una veta que está siendo hábilmente explotada por las industrias editoriales.

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