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¿A quién sirve el silencio?

  • (Texto de opinión en visperas del 7D del año 2012)

    Como bien se sabe, en el año 2009 en nuestro país se aprobó una ley que a unos les vino como anillo al dedo pero a otros no les generó grandes alegrías. Los otros son las grandes empresas monopólicas, es decir, las grandes voces, no porque sean grandiosas, sino porque tienen incorporadas la ventaja del altavoz. Son voces estruendosas, como bocinas, que impiden que se expresen otras, las de ¿la minoría?, no, más bien las de la mayoría. Las minorías son las que tienen los recursos; son las dueñas de los medios de producción, diría Marx; son las que manejan el capital. Y la mayoría, necesita un oído, un oído que las bocineras le niegan por propios intereses; y también, un micrófono que se lo brinda cariñosamente la ley.

    Los clarinetistas no eliminan el silencio, lo acrecientan. Tapan bocas, callan voces, hacen prevalecer las suyas y gritan tan alto que quedan solas hablando. Repiten el mismo discurso que sólo refleja una única mirada de la realidad, la cual es una mirada parcial y por ello, enteramente subjetiva.

    La realidad que construyen los distintos medios de comunicación debe ser tomada como una de las caras que tiene un cubo. Si contemplamos una sola cara, estaremos ignorando las restantes que la complementan. Obviamente, más voces nos proporcionan más interpretaciones de la realidad y una única gran voz sólo presentará a la realidad vestida con una sola de sus prendas.

    Tomemos como ejemplo las diversas concepciones que se fueron formulando de la ley. Desde su presentación como proyecto en la Cámara de Diputados y Senadores hasta su aprobación final por el Poder Ejecutivo y su actual implementación a cargo del Poder Judicial, fue (y es) tema central de los medios de comunicación. Los noticieros de las grandes voces habían disfrazado (y aún lo hacen) a la ley como una villana, y muchos, que no compartían los mismos intereses de las empresas monopólicas, se apropiaron de esa mirada por no recurrir a otras realidades y hasta instalaron en su hablarla denominación “Ley de Medios K” o lo que es peor “Ley mordaza”, una designación que contradice brutalmente lo que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisualestablece: la pluralidad de voces.

    Aún se pone en cuestión la libertad de expresión que brinda la ley, y se cree, o la mirada hegemónicacree, que el famoso “7D” (el 7 de Diciembre del corriente año se estaría obligando al Grupo Clarín a cumplir con la ley que, después de tres años de su aprobación, no permite el número de licencias que tal empresa tiene en su poder actualmente) la sentenciaría al olvido.

    Suponer que la ley va a instalar el silencio es una posición errónea. Lo que hace es permitir que aquellos que no tienen los medios ni el capital necesario para difundir sus voces tengan las oportunidades de hacerlo. Es un derecho de los ciudadanos que nos fue arrebatado y que desde la última dictadura no fue compensado. Éramos desaparecidos porque estábamos mudos, dicho mejor, nuestras voces estaban enterradas y en el 2009 conocieron el viento que las transporta y el lápiz que las fija.

    Entonces, ¿a quién le sirve el silencio? Pues a los de las grandes voces. Es paradójico, cuanto más alto hablan más silencio hay. Aseveran que sus voces no le dejen espacio a ninguna otra, agotan los mercados y dicen presente en todo lugar. Asegurémonos la siguiente vez que se tome lista que nuestro brazo esté alto y que, con estridente voz, digamos: ¡Presente!

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